lunes, 24 de agosto de 2009

¿Cuál de los caminos al pasado? Dos visiones de la Historia (Fogel & Elton), Reseña


Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Ciencias Humanas, Sede Bogotá
Programa de Doctorado en Historia
Seminario Historiografía Económica del Siglo XX
Profesor: Oscar Rodríguez
Estudiante: Ricardo Rivadeneira
Agosto 25 de 2009

¿Cuál de los caminos al pasado?
Dos visiones de la Historia
(1)


Introducción
El libro al que nos remitiremos a continuación esta conformado por dos capítulos, hechos cada uno por los historiadores Robert Fogel (“1. Científica e historia tradicional”) y G.R. Elton (“2. Dos tipos de historia”), y reunidos para aclarar el debate que surgió entre este par de autores en una reunión organizada por History and Theory en 1968 (2).
Se trata entonces de la presencia de discursos muy distintos, pero que en ocasiones encuentran aspectos que son convergentes. En primera instancia el capítulo de Fogel trata sobre la existencia de una nueva forma de historia conocida como cliometría, la cual se antepone a una forma de trabajo que es conocida como “historia tradicional”. Por otra parte, el capítulo de G.R. Elton pretende motivar un debate crítico sobre las apreciaciones de Fogel, apoyándose en indicar que muchas veces el trabajo cuantitativo lo que hace es distraer al historiador en aspectos demasiado técnicos y banales.
El texto se resuelve y hace más interesante cuando, al final de la lectura el lector puede elaborar una idea general de la discusión, para así tratar de darle respuesta a la pregunta que enmarca el libro a manera de título: ¿Cuál de los caminos al pasado?
Una crítica a la estructura del libro tiene que ver con el “equilibrio” que se da en esta contienda intelectual entre este par de supuestos antagonistas, pues la forma narrativa del libro hace que la dirección de la crítica viaje de una manera más fuerte en el sentido Elton-Fogel, que en su vector contrario. Esto quizás quede acentuado por la manera como Elton asumió la redacción de su artículo, donde de manera más constante cita a Fogel para cuestionarlo. Por su parte Fogel parece más concentrado en presentar las bondades de la cliometría que en reconocer o refutar dialécticamente las ideas de Elton.
La anterior situación problemática queda ligeramente subsanada mediante la redacción, a cuatro manos, de un último apartado titulado: “conclusiones”, allí se ponderan las posiciones de cada uno, con sus coincidencias y diferencias.
Finalmente cabe advertirle al lector sobre algunos problemas presentes en la traducción del libro, especialmente en lo que refiere al correcto ajuste gramatical a la lengua castellana, aspecto que en varias ocasiones dificulta el acceder al sentido original y completo de las ideas (3).
“Científica e historia tradicional”, desde la perspectiva de Robert William Fogel
La vida del norteamericano Robert William Fogel (1926- ) ha transitado entre los campos de la economía y la historia. Su trabajó recibió el máximo reconocimiento en 1993, cuando compartió con Douglass North (4) el Premio Nobel de Economía por "haber renovado la investigación en historia económica al aplicar la teoría económica y los métodos cuantitativos a la explicación de la economía y el cambio institucional" (5).
Fogel indica en una autobiografía que sus principales influencias académicas fueron sus profesores George J. Stigler, “quien (le) enseñó a trabajar con las secuencias microeconómicas graduales”; Carter Goodrich, con quien se interesó por la historia económica norteamericana cuando dirigió su tesis de Master trabajando sobre la Union Pacific Railroad, y Simon Kuznets, “quien probablemente fue la mejor guía económica para su trabajo posterior”. Kuznets dirigió la tesis doctoral de Fogel en la Universidad John Hopkins, al respecto dice el propio Fogel que junto a Kuznets aprendió el “arte de medir”(6).
Robert Fogel ha sido considerado uno de los principales representantes de la Nueva Historia Económica (NHE, New History Economy), aquella corriente de pensamiento que según el profesor Oscar Rodríguez se caracterizó por abordar temas que “giraron en torno a los problemas de la esclavitud antes de la guerra de sucesión, al papel de los ferrocarriles en el crecimiento económico de los Estados Unidos” (7).
En esta perspectiva se puede indicar que la obra de Fogel se inscribe en la NHE por tres razones fundamentales: 1. La primera tiene que ver con la adopción del método econométrico. 2. La segunda por el empleo de las “hipótesis contrafactuales”(8). 3. La tercera, la aplicación de estos métodos cuantitativos, aspecto que le permitió desmontar una serie de “mitos” que acompañaban a la historiografía norteamericana (9).
Fue en sus trabajos de los años sesenta, especialmente en los libros dedicados al desarrollo de los ferrocarriles norteamericanos (The Union Pacific Railroad: A Case in Premature Enterprise, 1960 y Railroads and American Economic Growth: Essays in Econometric History, 1964), que Fogel logró demostraron que no había una relación directa entre la adopción de nuevas tecnologías ferroviarias y desarrollo económico en Norteamérica .
En la anterior perspectiva y a lo largo de toda la obra de Fogel es evidente que uno de sus principales aportes ha consistido en desarrollar una manera “científica” para abordar los estudios del crecimiento económico en el largo término (“Study of long-term economic growth”)(10). Al respecto, el profesor Oscar Rodríguez precisa la intención de estos historiadores científicos norteamericanos en “producir enunciados con carácter de leyes por medio de un proceso inductivo a través de una recolección sistemática de los hechos de la historia económica”(11).
Fogel trata de dilucidar la existencia e importancia de la “cliometría” como una nueva clase de historia, aquella que él prefiere llamar “historia científica” (12), la cual se constituye en un cambio de paradigma respecto a la “historia tradicional”(13). Al respecto, el profesor Oscar Rodríguez cita a Fogel, cuando dice:
Los historiadores tradicionales estarían representados en Estados Unidos por R. H. Tawney, G. M. Treveylan, en la Gran Bretaña por G.R. Elton y la escuela Francesa de Annales (Marc Bloch, Lucien Febvre y Fernand Braudel)(14).
Comprendemos entonces la pregunta realizada en la clase por el profesor Rodríguez, aquella que indagaba sobre la relación entre Fogel y Braudel. Sobre el tema podemos indicar que tanto el uno como el otro contemplaron la existencia de un tiempo largo en el marco de sus estudios. Sin embargo, la diferencia entre sus aproximaciones radica en la relación individuo-colectivo (particularidad-generalidad), aspecto que según el propio Fogel establecería la diferencia entre un historiador “tradicional” como Fernand Braudel ó uno de la nueva tendencia “científica”(15). Como lo advirtió el profesor Rodríguez, “para Fogel la historia tiene una cuantificación en Annales” y a ella recurre tanto la historia “tradicional” como la “científica”(16).

“Dos tipos de historia”, el problema desde la perspectiva de G.R. Elton

El historiador británico Sir Geoffrey Rudolph Elton (1921-1994) hace una defensa de la tradición histórica británica basado en sus trabajos de historia-social cuantitativa de corte institucional(17). Podemos indicar que Elton compartía con Fogel su gusto por el manejo cuantitativo, al respecto demostraba estar notablemente influenciado por los trabajos de Lewis Bernstein Namier (1888-1966) y de Sir John Earnest Neale (1890-1975)(18), fija su atención especialmente en la forma como Namier abordó la Historia de la Cámara de los Comunes en un periodo corto (The House of Commons, 1759-1790)(19), aspecto que parece influenciar su trabajo The Parliament of England 1559-1581, optando por realizar un cubrimiento que abarca un lapso de 21 años en la segunda mitad del Siglo XVI(20).
De todas maneras la postura crítica de Elton advierte distancias sobre el trabajo de Namier, especialmente cuando advierte que en su caso:
"La fe en los métodos pasó por alto dos cosas esenciales para el éxito en este juego: una adecuada estimación de las preocupaciones de la historia, la cual debe ir más allá del análisis y la norma hasta la historia particular, y un instruido entendimiento de la naturaleza de la indagación histórica"(21).
Es una lástima que la muerte hubiese truncado la vida de Elton en 1994. Sorprende que para esta época su trabajo no entrara a conformar la gran Enciclopedia del Parlamento Británico reunida bajo el título The House of Commons, 1386- 1832 (22) y cuya perspectiva de largo aliento pudo ser analizada y criticada en su conjunto para compararla con los procesos de largo tiempo que le interesaban a Fogel en sus trabajos sobre la esclavitud y los ferrocarriles en Norteamérica.
Conclusiones
La discusión entre Fogel y Elton no es un “diálogo de sordos” (23), se trata una conversación que hecha en el marco público de los historiadores y que trata de ir en consonancia con la imagen que sirve como ilustración al comienzo de este texto. Es natural que si la propuesta editorial surgió de un debate en 1968, pues ella misma albergara los aspectos diferenciales que se lograron exponer de parte y parte a lo largo del libro, y que podrían resumirse en tres puntos esenciales expuestos por cada autor.
Fogel
1. Propende por la cliometría en cuanto “historia científica” que recurre a la “aplicación de métodos cuantitativos y modelos conducturales de las ciencias sociales al estudio de la historia”.
2. Indica que los cliométricos no constituyen una escuela, pues “la cliometría encierra materias, puntos de vista y metodologías distintas”.
3. “Los cliométrico tiende a centrarse bastante en colecciones de individuos, en categorías de instituciones y en hechos repetitivos; sus explicaciones con frecuencia incluyen modelos explícitos de comportamiento y dependen mucho de la evidencia cuantitativa” (24).
Elton
1. La cliometría solo puede operar reduciendo al individuo a una colección de datos, aspecto que resulta muy deshumanizante.
2. La cliometría es fuerte cuando ve en la historia conceptos y estructuras, pero no sirve cuando se refiere a lo sucedido en particular a las personas.
3. El carácter endógeno de la cliometría implica que ésta se torne peligrosa en cuanto conocimiento autovalidatorio (25).

Finalizamos indicando que si bien existen diferencias de posición, también hay puntos de confluencia, especialmente en el tono prudente que utilizan los autores para admitir que tanto la cliometría como los estudios históricos tradicionales, constituyen formas de trabajo que no pretenden eclipsarse mutuamente. Es en esta perspectiva que la historiografía adquiere importancia para el desarrollo de los nuevos estudios históricos y económicos.

Notas

1. FOGEL, Robert; ELTON, G.R. Wich Road to the Past? Two Views of History, New Haven & London, Yale University Press, 1983. Versión al castellano: ¿Cuál de los caminos al pasado? Dos visiones de la Historia, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1981, 216 p. La imagen que ilustra nuestro texto es un detalle de una pintura que se conserva en el Palacio de Westmister y que retrata a los miembros de la Cámara de los Comunes en 1730, en la época de la administración de Sir Robert Walpole, luego de Sir James Thornhill y William Hogarth. Tomada de la página electrónica de la Historia del Parlamento Británico: http://www.histparl.ac.uk/the-commons-1715-1754.html Esta reseña se puede consultar electrónicamente en el blog que sigue el Seminario de Historiografía Económica Colombiana del Siglo XX, del profesor Oscar Rodríguez en la Universidad Nacional de Colombia, la dirección es: http://historiografiaeconomicaxx.blogspot.com/
2. FOGEL & ELTON, Ibid., p. 193.
3. FOGEL & ELTON, Op.cit., p. 183. Uno de los muchos errores gramaticales se advierte en esta página, allí dice: “Un salto de las condiciones particulares así a una evaluación general de las actividades y el comportamiento requiere técnicas no permitidas en el modelo”. Resulta obvio que la expresión correcta para la parte subrayada es hacia.
4. NORTH, Douglass, “Beyond the New Economic History”, in: The Journal of Economic History, Volume 34, Issue 1, The Tasks of Economic History, mar. 1974, pp. 1-7.
http://www.compilerpress.atfreeweb.com/Anno%20North%20New%20Econ%20History.htm
5. http://nobelprize.org/nobel_prizes/economics/laureates/1993/
6.FOGEL, ROBERT W. “Autobiography”, en: FRÄNGSMYR, Tore (ed.). Les Prix Nobel. Stockholm, Nobel Foundation, 1994. http://nobelprize.org/nobel_prizes/economics/laureates/1993/fogel-autobio.html
7. RODRÍGUEZ, Oscar “¿Qué relación se pude establecer entre Historia y Economía?, en: Revista Historia Crítica, Bogotá, Universidad de los Andes, No. 14, enero-junio de 1997, http://historiacritica.uniandes.edu.co/view.php/467/1.php En adelante los llamados Ibid. y Op.cit. para el texto de Rodríguez no incluirán el número de página porque la edición que se consultó corresponde a la versión electrónica de la Revista Historia Crítica, la cual carece de paginación.
8. RODRIGUEZ, Ibid. Además, se entiende por "Historia contrafáctica" el ejercicio que implica imaginar el desarrollo que hubiera tomado la historia en la situación de que ciertos factores y circunstancias se produjeran de manera diferente. Al respect, se puede leer el texto de : S. HOOK, "Rusell´s Philosophy of History", en: P.A. SCHILPP (ed.), The Philosophy of Bertrand Rusell, The Library of Living Philosophers, Evansto-Chicago, Northwestern University, 1944,vol. 5, p.673.
9. RODRIGUEZ, Ibid.
10. FOGEL (1994), Op,cit. “Autobiography”.
11. RODRÍGUEZ, Op.cit.
12. FOGEL & ELTON, p. 40.
13. FOGEL & ELTON, Ibid, p. 67.
14. RODRÍGUEZ, Op.cit.
15. FOGEL & ELTON, Op.cit., p. 54.
16. RODRÍGUEZ (2009). Sesión de clase en este Seminario sobre Historiografía Económica del Siglo XX, Bogotá, martes 18 de agosto de 2009.
17. FOGEL & ELTON, Op.cit., p. 181.
18. http://www.history.ac.uk/makinghistory/historians/elton_geoffrey.html
19. ELTON, The House of Commons, 1759-1790, London, Published for the History of Parliament Trust by H.M.S.O., 1964, 3 vols. La British Library presenta este documento sin paginación, pero es evidente que la estructura del libro es por periodos y el desarrollo del texto se hace de manera biográfica, citando a los diferentes miembros que conformaron esta institución delegataria del gobierno en Gran Bretaña.
20. ELTON, The Parliament of England 1559-1581, Cambridge, Cambridge University Press, 1986, 411 p.
21. ELTON FOGEL & ELTON, Op.cit, p. 180.
22. The House of Commons. La colección completa dirigida por el siguiente grupo de historiadores. J.S. Roskell, Linda Clark, Carole Rawcliffe (eds.), Tomo I (1386-1421). S.T. Bindoff (ed.), Tomo II (1509-1558). P.W. Hasler (ed.), Tomo II (1558-1603). B.D. Henning (ed.), Tomo IV (1660-1690). Eveline Cruickshanks, Stuart Handley, David Hayton (eds.), Tomo V (1690-1715). Romney Sedgwick (ed.) Tomo VI (1715-1754). Sir Lewis Namier, John Brooke (eds.), Tomo VII (1754-1790). R. G. Thorne (ed.), Tomo VIII (1790-1820). http://www.histparl.ac.uk/
23.Expresión acuñada por el profesor Peter Burke para explicar la necesidad de relacionar algunas disciplinas complementarias como la Sociología y la Historia. PETER BURKE, History and Social Theory, Cambridge, Polity, 1992, pp. 198.
24. FOGEL & ELTON, Op.cit., p. 41.
25. FOGEL & ELTON, Op.cit., p. 187-188.

viernes, 21 de agosto de 2009

Douglass C. North, Beyond the New Economic History

Douglass C. North

Beyond the New Economic History

The Journal of Economic History

Volume 34, Issue 1, The Tasks of Economic History

Mar. 1974, 1-7.

THE new economic history has been with us now for almost a score of years. Its practitioners have advanced from young revolutionaries to become a part of the middle-aged establishment; and by all the criteria of publication and training of graduate students, it has indeed transformed the discipline in the United States. From my quite subjective perspective, the new economic history has made a significant contribution to revitalizing the field and advancing the frontiers of knowledge. Yet I think it stops short - far short - of what we should be accomplishing in the field. Our objective surely remains that of shedding light on man’s economic past, conceived in the broadest sense of those words; and I submit to you that the new economic history as it has developed has imposed strictures on enquiry that narrowly limit its horizons - and that some of my former revolutionary compatriots show distressing signs of complacency with the new orthodoxy.

What the new economic history contributed was the systematic use of theory and quantitative methods to history. The use of a scientific methodology has put a distinctive stamp on this approach, which clearly delineates it from the old economic history, but it is the theory that provides a particular cast to the contribution. It is the systematic use of standard neo-classical economic theory which both has provided the incisive new insights into man’s economic past and also serves to limit the range of enquiry.

I am indebted to Elisabeth Case and Robert Willis for helpful comments on an earlier version of this paper and to the John Simon Guggenheim Memorial Foundation which provided me with a fellowship and resultant time to reflect about the issues discussed herein.

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I shall not dwell on the contributions; they have been thoroughly touted (and denounced). The limitations are:

(1) The research has been more destructive than constructive. We have destroyed a number of older explanations but we have not replaced them with an explanation of the way economic change has occurred in any systematic fashion. If we have found slavery profitable, railroads less than essential, and the net burden of the Navigation Acts “light,” we have not said what did make the system go - or what did change the distribution of income.

(2) The main emphasis of research has been on specific issues or institutions, but little light has been shed on the long-run transformation of economic systems - that is, long-run economic growth.

(3) There is no role for government in the analysis except as it is brought in in an ad hoc fashion.

(4) In fact, of the four sources of decision making in an economic system - the household, voluntary economic organizations, government, and the market - we have a sophisticated explanation for decision making in only the last of these (and then only a partial one), despite the obvious fact that a substantial if not overwhelming percentage of economic decisions has always been made outside the market place. Moreover, we have no explanation for why the mix among the four changes over time. How can one talk seriously about the economic past without an explanation for non-market decision making?

(5) Finally, I would add another limitation which stems from the first four and is of importance for the long-run future of our discipline: it is curiously unteachable at the undergraduate level. It leaves students frustrated because of its failure to come to grips with the above issues and to provide any integrated explanation of man’s economic past.

The limitations are those of the theory. Neo-classical economic theory has two major shortcomings for the economic historian. One, it was not designed to explain long-run economic change; and two, even within the context of the question it was designed to answer, it provides quite limited answers since it is immediately relevant to a world of perfect markets - that is, perfect in the sense of zero transaction costs: the costs of specifying and enforcing property rights. Yet we have come to realize that devising and enforcing a set of rules of the game is hardly ever costless and the nature of these costs is at the very roots of all economic system’s problems.

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Accordingly, a theoretical analysis of the changing rules of the game is at the very core of the subject matter of economic history.

Let me emphasize that a study of the rights associated with the use and transfer of resources is as relevant in socialist societies as it is in capitalist ones. The rules of the game determine efficiency and the distribution of income in any society: classical Greece, the Roman Empire, the manorial system, or Yugoslavia today. To say that government owns the means of production or even that there are very limited markets and therefore that the study of property rights is irrelevant is simply to fail to understand that all economic systems face a common set of problems about the use and transfer of resources, whether done via the market, via government, or via voluntary organizations.

In attempting to construct a broader analytical approach to history we have, it seems to me, two alternatives. We can throw out neo-classical theory and start all over again, or we can broaden the frame of reference to allow us to deal with the issues. In the latter case we accept the basic assumption of utility maximizing behavior (including the problem of specifying in operational terms a meaning for such behavior) and we see how far we can develop a theory of “the rules of the game.” The proof of the pudding is in the eating: if alternative frameworks provide better “fits” to the evidence, fine; but I am more than ever convinced that a theory of household economics and a theory of property rights, including a workable theory of the state - an essential prerequisite - are possible; and indeed, that we have made a promising start by expanding neo-classical theory. The approach I wish to suggest offers a common analytical framework to study the structure of economic systems. Standard micro-economic theory then becomes one part of a broader framework of analysis.

The controversy over the usefulness of neo-classical theory is an old one, and I certainly do not feel qualified to add anything to it on theoretical grounds; but as an economic historian I feel somewhat less diffident and would suggest to you the following:

(1) Neo-classical theory has been a powerful tool of analysis of the new economic history and has demonstrated repeatedly that it can shed light upon our economic past. In fact, I would put it stronger: A theory of choice - the self-conscious application of opportunity cost doctrine - is essential to the framing of meaningful questions in economic history.

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(2) Transaction costs are the link between neo-classical theory and a broader theory of property rights. 1 The explicit historical study of transaction costs opens up new horizons for the economic historian. Much of the productivity change in past history has been a consequence of reduced transaction costs and their study suggests a quite radically different history than we read in the standard explanations.

(3) An equally promising extension of neo-classical theory is occurring in a more sophisticated approach to the household economy, with important implications for a theory of fertility .2 Demographic history has displayed much of the schizophrenia of the controversy between the old and the new economic history. It has been largely pursued outside the context of economic theory. Yet clearly, the essential requirement for the advancement of economic history is a wedding of economic and demographic theory. In effect, we need an economic theory of the family, and recent research offers the promise of providing such an analytical framework. Such an approach has two key assumptions: one, that some degree of control over fertility was possible, and two, that such considerations as the value of time and human capital investment - in effect, the opportunity costs of the parents - influenced fertility behavior. The first is not very controversial. Demographers have recognized that some degree of fertility control has existed since very early times. The second is open to all the attacks that historians have made against rational economic motivation as a behavioral assumption. The defense is the same. Let us see how well it tests as a working hypothesis.

(4) A major issue of economic history which has been completely neglected, at least in theoretical terms, is the logic of the mix among the four sources of decision making that occur in an economic system: households, voluntary organizations, government, and markets. We tend to treat explanation of this mix and changes in it over time as outside our explanatory system; but it seems to me that ongoing research building on a theory of household behave-

1. A convenient summary of the literature on property rights and transactions costs is contained in the December 1972 Journal of Economic Literature, “Property Rights and Economic Theory: A Survey of Recent Literature,” by Eirik C. Furubotn and Szetozar Pejovich.

2. “New Economic Approaches to Fertility,” Journal of Political Economy (March-April 1973), Part II. See particularly the essay by Theodore Schultz, “The Value of Children: an Economic Perspective.”

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ior and transaction cost analysis offers the promise of providing a theoretical explanation for such issues as changing fertility behavior, the transformation of the economic role of the family, a manorial system, the rise of guilds, or the increase in the role of government in modern times. A theoretical explanation of the mix of economic organization opens the door to an explanation of much of the institutional structure of an economic system.

(5) It is surely a much simpler matter to explain why many economic decisions are internalized inside households, firms, guilds, or manors rather than made in markets than it is to explain why they are made by political units; but even here I believe we are making significant progress. The work of Baumol, Buchanan and Tullock, and Anthony Downs, as well as much ongoing research, provides us with a promising starting point.

If I am correct about the promise of this approach, then I suggest to you that the logical implications for future research are quite different from the directions we currently are pursuing. Specifically,

(1) Our emphasis on the last two hundred years, from the Industrial Revolution onward, is a misallocation of scholarly resources. We should spend much more time on the preceding 9800 years of man’s economic history than on the last 200. I am convinced that there were long periods in the past in which growth in economic well being occurred and that they have interesting implications for our understanding of economic history. In fact, the overriding issue of man’s economic history has been the relationship between population growth, diminishing returns to a relatively fixed factor, and man’s efforts to alter institutional arrangements to overcome this dilemma. Our emphasis on the present blinds us to the fact that few of man’s economic problems are new - that most have recurred endlessly in the past. Common property resource problems when man first developed settled agriculture in neolithic times; enclosed common pasture in medieval and early modern times - both are linked by the problems of changing relative scarcity to the modern dilemma of pollution and the quality of the environment. All equally entail modification of man’s institutional environment for solution.

(2) Any organized economic system involves not only the “team” production of goods and services, but equally the production of protection and justice. Both require the input of resources; and at least in principle we should be able to measure output and therefore productivity and changes in the productivity of each over time (that is,

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changing output per unit of input). Moreover, both involve many similar ingredients in analysis and problems. In effect, I am saying that a theory of the firm that makes sense will also go a long way toward providing us with a theory of the state. In fact, historical study would suggest that economic organization is a continuum in which purely voluntary organizations or purely governmental ones are extremes and that such institutions as the medieval manor contain elements of both and require an analytical framework that encompasses a general theory of organizations.

(3) Just as technology has fundamentally influenced the size of the economic unit in the production of goods and services, military technology has influenced the size of the political unit and is worthy of equal study if we are going to deal with the efficient (that is, survival) size of political units.

(4) The study of the decline of political economic units or the failure of many to grow is more interesting than the study of successful ones. This is so because the logic of micro-economic theory and simple welfare economics suggests that growth should be inevitable. If any increase in productivity leads to a growth of income and the gainers compensate the losers, then economic growth is not an interesting issue (under some simple and not too controversial behavioral assumptions about present versus future goods). It is only when we introduce an economic theory of the family, transaction costs, and a theory of political decision making that we can explain decline or stagnation. 3

(5) The growth or decline of economic systems is clearly a function of increasing or decreasing productivity of the two sectors - goods and services and protection and justice (note that they are not synonymous with private and public) - taken together. Our examination of the goods and services sector only in explaining growth or decline has given us a misleading picture of the process of economic change. It is the interplay between the two sectors that is a key to an understanding of economic change. What leads to the development of “efficient” or “inefficient” property rights and how do these “rules of the game” influence the output of goods and services? Let me suggest three scenarios that I believe have been oft repeated in the history of the rise and decline of political-economic units:

3. This issue is discussed more fully in Douglass North and Robert Paul Thomas, The Rise of the Western World: A New Economic History (Cambridge: Cambridge University Press, 1973), Ch. 1.

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(a) the rapid growth of an economy may be partially a consequence of substantial indivisibilities and resultant economies of scale in the production of protection and justice which only show up in our accounting as productivity change in the goods and services sector; (b) the relative retardation in one country’s growth (compared to others) may also be at least partially explained by that economy’s realization of all the scale consequences of productivity change in the protection and justice sector and therefore further productivity increase being limited to the goods and services sector alone; (c) the stagnation or decline of an economic system results from a rise in the costs of any given quantity of protection and justice leading to a search for new sources of fiscal revenues with adverse consequences for the efficiency of property rights in the goods and services sector so that declining productivity occurs in that sector as well.

It seems to me that these few modest suggestions could keep our profession fully and productively employed for a long time, and I commend them to your scholarly attention. I have no illusion that they lead to the promised land of ultimate truth and final explanation. I have too much respect for the complexity and contrariness of human behavior to believe that we can do much more than unravel a little more of an endless skein - but then, that’s enough to make it the most satisfying profession I know.

DOUGLASS C. NORTH, University of Washington


The Competitiveness of Nations

in a Global Knowledge-Based Economy

June 2002

AAP Homepage

jueves, 13 de agosto de 2009

ROBERT BOYER

BOYER, ROBERT. "Economie et Histoire: vers de nouvelles alliance". En: Annales Esc 5, Paris, 1989.

http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/ahess_0395-2649_1989_num_44_6_283661

Agradecimientos a Carlos Mejía